DON NICO Y EL TESORO DIABÓLICO

Con todo su esplendor y majestuosidad, la luna llena cubría el cielo de Lunahuaná y sonreía ante el fértil valle cañetano. Al filo de la medianoche, mientras dormían los vecinos,  don Nico Vicente, lampa en mano, salió a regar sus chacras. En el preciso instante que se disponía a llevar agua para sus sembríos, divisó una hermosa pata con una bandada de patitos, llamando poderosamente la atención del viejo labrador lunahuaneño.

“Esto es un regalo de la diosa fortuna”, se dijo interiormente don Nico, quien sin perder tiempo decidió cazarlos. Con la pata en los brazos y los patitos envueltos en una chompa, regresó a su modesta casa -en San Gerónimo-, para guardarlos en un viejo baúl de cedro.
Emocionado hasta las lágrimas, despertó a su esposa, doña Mariana, quien soñolienta  escuchó la buena nueva.
-Oye, viejita, taita Dios me ha regalado esto. Seguro es un tesoro de los abuelos. ¡Ahora somos millonarios!, exclamó don Nico.
-Tranquilo viejo. Hay que esperar hasta el amanecer. No vaya a ser que te hayas traído los patos de la vecina “Polanca”, expresó incrédula doña Mariana.
-Ah, mujer de poca fe -murmuró él, al tiempo que sus ojos brillaban de alegría.
Los dos cuidaron celosamente el preciado baúl hasta el amanecer. Rayando la aurora, no pudieron contener su curiosidad y abrieron cuidadosamente el baúl. Ambos, sorprendidos y aterrorizados, vieron que los hermosos patitos se habían transformado en un diabólico monstruo, con enormes cachos, rabo y garras.
El pobre don Nico quedó mudo de espanto, mientras doña Mariana sufrió pequeñas alteraciones mentales.
Repuestos del susto, recurrieron a un ritual de exorcismo, para repeler al demonio.
Él mostró un crucifijo al baúl y roció un poco de agua bendita, haciendo la Señal de la Cruz insistentemente. En tanto, ella rezaba con un rosario en la mano. La resistencia fue feroz, pero después de dos horas lograron expulsar el mal. Un abrazo en silencio, en el silencio de la alegría, selló su victoria.
Con la fuente de su riqueza, consistente en varios kilos de oro, don Nico satisfizo su fantasía de cambiar toda su dentadura en oro y comprar muchas chacras, convirtiéndose en el centro de atención de la gente, que lo apodó “Gallo Mudo”. (Lucho Villanueva Sánchez).

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