TRAGEDIA Y FORTUNA DE DON VALENTÍN


Entre la chacra y la casa, se desarrollaba la tranquila vida de la familia Luyo Yactayo, teniendo a Don Valentín como jefe de ese humilde hogar, en el anexo de Jita -Lunahuaná.
Sus antepasados quisieron premiar su constante amor al trabajo y fue así como encontrándose en medio de sus florecientes sembríos, en una soleada mañana, apareció un gracioso conejillo blanco, que se cruzaba constantemente a su paso. Don Valentín, saboreando de antemano un suculento plato de conejo, se dijo asimismo: “El almuerzo de hoy está asegurado”. De inmediato entró en acción, persiguió a su codiciada presa hasta su escondite, debajo de un antiquísimo batán. ¡Oh, sorpresa! El blanco conejillo se convirtió en un valioso botín: ¡Un cántaro lleno de oro y plata!
Sin salir de su asombro, Don Valentín soñó despierto. Se sintió dueño de una inmensa riqueza. Enseguida volvió a la realidad. Con vehemente curiosidad destapó el cántaro, sin advertir el peligro que correría, pues, el antimonio -como tratando de defender sus joyas- quemó sin compasión sus manos y su rostro. Esto fue el alto precio que pagó Don Valentín a cambio del tesoro encontrado.
A partir de ese afortunado día, este modesto labrador se convirtió en un próspero agricultor, con muchas tierras en su haber, que le permitieron vivir sin apremios económicos, al lado de su inseparable compañera, Doña Francisca, quien -con el mismo amor y sencillez de siempre- supo llevar inteligentemente esta dualidad de tragedia y fortuna. (Lucho Villanueva).

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